Tetas rebeldes

Hay todo un tema alrededor de la sexualidad femenina. Nos mueve el piso, nos hace temblar a todos. A mí primera.

Tiene mucho sentido, realmente, porque el primer lugar donde el patriarcalismo se instaura es en nuestra concha. Cuándo me la ponen, quién me la pone, en qué momento del día, con qué intención... ¡hasta en cuál postura! Porque, si no lo sabían, hasta no hace muchos años la Iglesia Católica Apostólica Romana te decía hasta cómo cojer, y ojito con salirse del misionero que parece que lo estás disfrutando.

Esto obviamente repercute en el movimiento feminista. Los desnudos, por ejemplo le siguen causando alguna que otra incomodidad aún a la más crítica. No se le puede pedir mucho: nos enseñan a que nuestro cuerpo no debe ser mostrado, sino solamente en el momento de volverse un objeto para el otro (en masculino, por favor). Pero cuando se vuelve parte de una lucha, de una revindicación, como que no da.

Esto lo estoy contando por lo que sucedió en España hace unos días, en relación al movimiento Femen. Noticia, por aquí.

Por muchos lados se habló del tema y por muchos otros, se calló. Sobretodo desde el feminismo más bien contemporáneo, poco trasgresor. Hay quienes lo aplaudieron, pero con timidez: ¿cuál es el punto de desnudarse en un congreso?

Como decía antes, la mujer solo debe mostrar su cuerpo cuando es objeto sexual de un otro, un hombre. En la pornografía, en las propagandas de desodorantes, en las revistas que se puede encontrar en cualquier kiosco (¿cuántas veces buscando el sudoku me encontré con una Play Boy?)...

Pero cuando ese cuerpo, esas tetas, se vuelven poderosas, se muestran luchadoras y buscando pertenecerse a otro nivel, provocan censura y represión. Cuando ese cuerpo deja de ser objeto de sexualidad, se tiene que borrar. No puedo evitar pensar la cantidad de veces que Facebook borró imágenes de madres amamantando (pero ojo, que se toman el tiempo del mundo para cerrar páginas de pedofilia).

Femen tiene esta forma de lucha por un contexto histórico y social muy particular, eso ni hablar. Pero es cuestión de percatarse de que es un medio de visualización que desestabiliza: sí, gente, tenemos tetas. Grandes, chicas, blandas o duras, como sea.Y no solamente están para ser parte de una fantasía sexual, si no que también tienen su espacio de lucha como parte del cuerpo de una mujer esclavizada. Y eso que nos hace mover el piso, pone el tema en la mesa y en los medios.

No puedo evitar carcajearme cuando leo, repetido nota tras nota:

el ministro de Justicia ha deplorado este acto al considerar que estas mujeres han mostrado "una total falta de respeto a la soberanía popular, encarnada en el Congreso".
 Me la chuparán un poquito, pero la primera falta de respeto es cuando el Estado pretende extender su soberanía a mi concha, a lo que hago o no con ella, y a mi útero, a lo que haga o no con él. Porque omite mi persona, mi historia y mi contexto, volviéndome una niña que no tiene capacidad de decisión sobre sí misma.

A ver señores, ¿qué parte no queda clara?

En mi cuerpo, mando yo. 

PD: Hago nota de esto porque parece que nos olvidamos, un poco, de las culturas distintas y de nuestras tetas rebeldes.

Comentarios

Entradas populares